A priori, la ecuación parecía simple: si el precio de la nafta baja durante un horario específico, la demanda en esa franja debería aumentar. Sin embargo, la realidad está demostrando ser mucho más compleja. La estrategia de YPF de ofrecer precios diferenciados y más económicos durante la noche no ha logrado, por ahora, modificar sustancialmente el consumo de combustible de los mendocinos, presentando un curioso enigma para analistas de mercado y dueños de estaciones de servicio. ¿Por qué los conductores no aprovechan masivamente la oportunidad de ahorrar dinero?
La respuesta no es única y se compone de una mezcla de factores económicos, culturales y de comportamiento. En primer lugar, si bien el descuento es real, para muchos conductores el ahorro final por tanque lleno no justifica el cambio de rutina. El conductor promedio no consume un tanque por día; por lo tanto, la decisión de cargar combustible se planifica con cierta antelación. Esperar deliberadamente hasta la noche para ahorrar unos pocos pesos puede no ser práctico para quien necesita el vehículo durante el día o simplemente no quiere alterar su descanso.
Otro factor crucial es el comportamiento general de la economía. En un contexto de retracción del consumo y ajuste de los bolsillos, la gente no busca gastar más, sino optimizar el gasto existente. La medida de YPF no incentiva a «usar más el auto porque la nafta es barata», sino que ofrece una alternativa para que «cuando tengas que cargar, lo hagas más barato». El consumidor, agobiado por la inflación, no tiene un excedente de dinero para gastar en combustible adicional, por más barato que esté. Simplemente, llena el tanque cuando lo necesita y, si coincide con el horario nocturno, aprovecha el beneficio.
Finalmente, hay un componente de hábito y seguridad. Las personas están acostumbradas a realizar ciertas tareas en horarios diurnos. Modificar esa costumbre requiere un incentivo muy fuerte. Además, aunque no sea una percepción generalizada, algunos conductores pueden preferir la visibilidad y el movimiento de las horas pico por una sensación de mayor seguridad. La suma de estos factores —ahorro percibido como insuficiente, contexto económico restrictivo y la fuerza del hábito— explica por qué las estaciones de servicio no ven las filas que se esperaban. El enigma revela una lección importante: las decisiones del consumidor no siempre siguen una lógica puramente económica, sino que están atravesadas por una compleja red de necesidades, percepciones y rutinas diarias.