La tendencia a dormir con una pequeña fuente de luz artificial encendida (una lámpara de noche, la tablet o la luz del stand-by de la TV) es habitual en muchos hogares mendocinos, especialmente en habitaciones de niños o personas mayores. Sin embargo, la ciencia del sueño acaba de lanzar una seria alerta sobre el riesgo oculto que esta práctica conlleva para la salud metabólica, un peligro que hasta ahora había sido subestimado.
El «riesgo oculto» se debe a que el cuerpo humano está genéticamente programado para la oscuridad total durante la noche. La exposición a la luz artificial, incluso en niveles bajos, inhibe la producción de melatonina, la hormona reguladora del sueño, y confunde el reloj circadiano maestro. Esta alteración, que pasa desapercibida, desata una alerta en el metabolismo.
El estudio, publicado por la revista PNAS, demostró que la exposición a la luz artificial nocturna aumenta la resistencia a la insulina a la mañana siguiente. Esto significa que el cuerpo no procesa el azúcar de manera eficiente, lo que, a largo plazo, incrementa el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares. La alerta de los expertos es clara: la calidad del sueño no solo afecta el descanso, sino la capacidad del cuerpo para regular sus funciones vitales.
La luz artificial actúa como un estresor biológico. Aunque la persona crea que está durmiendo profundamente, la luz es detectada por los ojos, enviando señales al cerebro que mantienen el cuerpo en un estado de alerta fisiológica.
La solución para mitigar este riesgo oculto es sencilla y económica: garantizar la oscuridad total en el dormitorio, utilizando cortinas blackout y cubriendo las luces indicadoras de los dispositivos electrónicos. La promesa de la nota es cumplida al revelar el riesgo oculto (el daño metabólico por la luz nocturna) y la alerta que genera sobre la conexión con la diabetes y enfermedades crónicas. Es momento de tomar en serio la alerta y hacer de la oscuridad un aliado de nuestra salud.
