El silencio presidencial sobre la composición final del Gabinete Milei post-electoral no es solo una estrategia de comunicación; es el velo de un nombramiento que genera creciente inquietud en el círculo rojo y entre sus propios aliados. La pieza clave en este ajedrez no es un político tradicional, ni un economista de renombre, sino una figura técnica, casi anónima hasta ahora, que manejaría una cartera de control transversal clave. Este movimiento, de confirmarse, es la «verdad secreta» que su entorno quiso guardar hasta el último minuto: el Presidente habría decidido entregar un poder inédito a un tecnócrata de su estricta confianza para garantizar la fidelidad total en la ejecución de las reformas.
La principal fuente de fricción es el rol de Guillermo Francos, cuya posición se ve continuamente mencionada con un creciente signo de interrogación. Aunque su nombre parecía inamovible, la designación de este «coordinador silencioso» implicaría una delegación de control que limitaría la autonomía de los ministerios más grandes, incluyendo al de Interior, que hoy se le atribuye a Francos. La estrategia detrás de la movida es clara: asegurar que los outsiders del Gobierno no sean saboteados por la vieja política, creando un fusible de lealtad absoluta en el centro del poder.
Este nombre, que proviene del ámbito de la auditoría y control de gestión pública, es percibido por algunos miembros de la coalición como un riesgo, dado su nulo manejo político y su inclinación por la «cirugía mayor» en el gasto. La promesa de valor que esconde el titular radica precisamente en el desciframiento de esta identidad, que no se alinea con los nombres que los medios han barajado en las últimas semanas. La persona en cuestión es reconocida por su rigor en el sector privado y su obsesión por la eficiencia, una cualidad que Milei necesita para justificar la motosierra fiscal.
La confirmación se espera inmediatamente después de los resultados de la elección, momento en el que Milei buscará capitalizar cualquier impulso para implementar la fase más dura de su plan. El nombramiento de este perfil técnico y desconocido es una declaración de guerra a la casta interna y externa, dejando en claro que el pragmatismo y la lealtad están por encima de cualquier acuerdo político tradicional. La incertidumbre se mantendrá hasta que el nombre se pronuncie públicamente, pero el establishment ya sabe que el verdadero poder de control estará en manos de alguien que nunca apareció en una lista de candidatos. Esta figura no solo coordinaría, sino que tendría poder de veto sobre carteras sensibles, convirtiéndose en el verdadero custodio de la billetera estatal. La magnitud del cambio interno será la noticia más relevante de la semana.




