La Casa Rosada y la Quinta de Olivos se convirtió anoche en el epicentro de un encuentro que, por su secretismo y trascendencia, marcará el pulso de la segunda mitad de la gestión de Javier Milei. El presidente y el exmandatario Mauricio Macri compartieron una cena a solas, un encuentro que fue más que una simple reunión social; Fue el cónclave definitivo para redefinir el futuro de la coalición gobernante y el rol del PRO dentro del esquema libertario. La atmósfera, según fuentes cercanas, fue de camaradería, pero con la tensión natural de quienes están decidiendo el destino de una fuerza política.
El menú fue austero y gusto del anfitrión: las ya legendarias milanesas con puré, un detalle que humanizó la cumbre pero no disminuyó la rigurosidad de los temas tratados. El plato principal, sin embargo, fue la negociación por la cohabitación de fuerzas. El gran misterio de la noche, y el motor de la intriga que genera este encuentro, fue la discusión sobre los nombres que el PRO aportará al Gabinete y, principalmente, sobre el control de las áreas sensibles.
Macri llegó a Olivos con la intención de dejar en claro que la alianza de facto no puede ser unilateral. Los reclamos internos dentro del PRO, que piden más participación y menos «triple comando» libertario, se tradujeron en la mesa en una demanda concreta de influencia. Se puso sobre la mesa la necesidad de acelerar las reformas de «segunda generación» que anunció Milei y la voluntad de la fuerza amarilla de ser el pilar de ese proceso. Este backstage de la cena, lejos de ser un mero intercambio de opiniones, desarrolló las coordenadas de un nuevo contrato político.
La decisión más trascendental, que se guardó bajo siete llaves, tiene que ver con la Jefatura de Gabinete, un puesto que podría ser reestructurado o incluso ocupado por un hombre de extrema confianza de Macri, buscando equilibrar el poder. Esta medida no solo calmaría las aguas dentro del PRO, sino que daría a Milei una base de gobernabilidad más amplia y experimentada. La cena, por lo tanto, no fue el fin de una disputa, sino el inicio de una nueva etapa de cogobierno con condiciones. El contenido exacto de este pacto, sus implicancias en términos de legislación y la estabilidad del Gobierno, es lo que ahora mantiene a la clase política en vilo. La promesa de un gobierno más fuerte, pero con un precio alto a pagar.
