La economía argentina ofrece un escenario de espejismos. Mientras el Gobierno celebra una supuesta desaceleración del índice general de precios, el dramático dato oculto de la Inflación de Alimentos condena a millones de familias a la desesperación. Este dato revela que los productos de la canasta básica están subiendo a un ritmo que duplica el promedio oficial, obligando a una revisión urgente y dolorosa de la forma en que se compra.
El dato oculto no se encuentra en los productos regulados, sino en la volatilidad de los alimentos frescos y perecederos. El precio de la carne, las frutas y las verduras, que son la base nutricional de cualquier dieta, se disparó con una fuerza inusitada. Esta suba no se refleja con claridad en el índice, ya que este incluye una ponderación de productos industrializados que, a veces, son objeto de acuerdos de precios o promociones.
El efecto es simple, pero cruel: la gente puede comprar menos cantidad o, peor aún, reemplazar nutrientes esenciales por alimentos baratos de bajo valor nutricional, afectando directamente la salud pública. La desesperación se siente en el pasillo del supermercado.
Box Diario analizó la evolución de precios y encontró que, en el último mes, cinco productos básicos duplicaron el índice de Inflación de Alimentos oficial: el tomate, el aceite de girasol, el kilo de asado, el pan de molde y la leche entera. Esta explosión de precios obliga al consumidor a la defensiva.
La promesa de valor de esta nota es la utilidad: se debe revisar urgente la canasta, priorizando marcas más económicas y aprovechando los días de ofertas en productos frescos, que son el principal foco de la suba. La Inflación de Alimentos no es solo un indicador económico; es una sentencia social que exige respuestas rápidas y concretas, más allá de los discursos triunfalistas. El dato dramático es que, para muchas familias, la mesa se achica a una velocidad inaudita.




