El inversor argentino, especialmente el mendocino, vive en una constante búsqueda de refugio de valor que escape a la devaluación del peso y la inflación. La mayoría se concentra en el dólar o el plazo fijo, pero un informe reciente reveló el «secreto» de una inversión argentina que ha tenido un «boom» de crecimiento, superando a los activos tradicionales y generando un cauto optimismo.
El activo que experimentó el boom de inversión argentina es el sector de los Fondos Comunes de Inversión (FCI) orientados a la deuda corporativa y los bonos provinciales dolarizados (los que pagan renta en moneda extranjera). El «secreto» es que estos fondos, al ser menos líquidos que los bonos nacionales, ofrecieron rendimientos más altos y una protección contra el riesgo país. Este nicho, antes exclusivo de los grandes capitales, comenzó a ser explorado por el inversor minorista.
El optimismo se debe a que este tipo de inversión argentina permite al inversor dolarizar su capital, obtener una renta fija en dólares y diversificar el riesgo fuera de la volatilidad política central. Para el mendocino, la inversión en bonos provinciales (como los emitidos para grandes proyectos) genera un doble optimismo: un buen rendimiento y la sensación de contribuir al desarrollo local.
El boom de inversión argentina en este sector es un reflejo de la madurez de los inversores, que buscan alternativas más complejas y rentables que el mero ahorro en billete verde. El optimismo se basa en la expectativa de una estabilización macroeconómica que revalorice estos títulos.
La promesa de la nota es cumplida al exponer el boom (FCI y bonos provinciales) y el optimismo que genera este activo argentino por su rendimiento en dólares y la diversificación del riesgo. Este es un llamado de alerta para que los inversores revisen sus carteras y exploren este nicho.




