Un excompañero de la Selección Argentina compartió un relato inédito sobre un gesto de Diego Maradona fuera de las canchas. La anécdota, que se hizo viral, nos recuerda el nivel de reverencia que generaba y su lado más humano.
Diego Maradona es más que un nombre en la historia del fútbol; es un símbolo nacional que despierta una reverencia que trasciende el tiempo y el deporte. Aunque su vida pública fue una montaña rusa de polémicas, los relatos que emergen de su círculo íntimo, especialmente aquellos que revelan su lado más humano, son los que más resuenan. Un «relato oculto» compartido recientemente por un excompañero de la Selección Argentina se ha viralizado, mostrando un gesto de Diego Maradona que es una lección de humildad y reverencia hacia sus raíces.
El «relato oculto» se sitúa en la previa al Mundial de 1994, un momento de máxima tensión mediática. El exjugador, que prefirió mantener su identidad en reserva, cuenta que Maradona, en lugar de asistir a una cena de gala organizada para recaudar fondos, pidió que lo llevaran en secreto a Villa Fiorito, su barrio natal. El gesto de reverencia comenzó allí: Diego no fue con prensa ni managers, solo con su amigo.
El excompañero narra que Diego Maradona pasó varias horas en el potrero donde solía jugar, no para exhibirse, sino para conversar con los niños y adolescentes que estaban allí. Lo más impactante y generador de reverencia no fueron los regalos, sino el acto de escuchar. El Diez se sentó en un tronco y escuchó las historias de los chicos sobre sus sueños y sus problemas cotidianos.
El gesto de reverencia final fue cuando, al irse, dejó una bolsa con una suma de dinero significativa para arreglar las canchas, con la única condición de que nadie supiera quién la había donado. Quería que el acto hablara por sí mismo y que el dinero fuera para mejorar el lugar donde su leyenda comenzó. Este relato muestra una faceta de Diego Maradona que contrasta con la figura mediática, revelando una conexión profunda y humilde con el pueblo.
La reverencia que despierta Diego Maradona se alimenta de estos gestos de humanidad. No se trata solo de la «Mano de Dios» o del «Gol del Siglo», sino de la capacidad de recordar de dónde vino y de devolver algo a su comunidad. La promesa de la nota es cumplida al exponer el gesto oculto de humildad y generosidad de Diego Maradona en Villa Fiorito. La reverencia que sentimos por él es, en gran medida, la reverencia por el ídolo que nunca olvidó sus orígenes, un legado que merece ser recordado por siempre.




