El Huracán Melissa, un sistema de gran intensidad que azotó el Atlántico, está siendo monitoreado de cerca por expertos argentinos. La razón no es la proximidad inmediata, sino un fenómeno «oculto» que genera Miedo en la comunidad científica: su capacidad de modificar la circulación atmosférica a miles de kilómetros de distancia, con consecuencias directas en el clima de la región central de Argentina.
La verdad oculta es que los sistemas de alta presión del Atlántico Sur, cruciales para determinar el ingreso de humedad y la lluvia en Argentina, son increíblemente sensibles a las perturbaciones en el Atlántico Norte. La energía liberada por un Huracán de la magnitud de Melissa y su inusual trayectoria influyen en el llamado Anticiclón del Atlántico Sur, el «motor» que empuja el aire húmedo hacia el continente.
Los modelos predictivos, que ya generaban Miedo por la transición entre La Niña y El Niño, ahora tienen un factor de inestabilidad adicional. Una modificación en este anticiclón, impulsada por Melissa, podría desviar los frentes de humedad. Esto tiene dos consecuencias extremas para Argentina: a) Sequías severas y prolongadas en el área central (incluyendo Córdoba y parte de Mendoza) o b) Episodios de lluvia torrencial y granizo por el choque brusco de masas de aire. Ambos escenarios son de Miedo para el sector agropecuario y la gestión de recursos hídricos.
El patrón que se teme es una intensificación y desplazamiento del anticiclón, que podría dejar a Mendoza con una escasez hídrica aún más acentuada de lo pronosticado, exacerbando la situación de los caudales de los ríos y afectando gravemente la agricultura regional.
La influencia de Melissa es un recordatorio de que los fenómenos climáticos globales están interconectados. Los sistemas de alerta temprana deben ahora considerar estas variables lejanas. La «verdad oculta» del Huracán es que, aunque no toque tierra, su onda de impacto en el clima argentino podría ser más devastadora que un simple temporal.




