El 28 de octubre de 1892, en el Musée Grévin de París, se proyectó «Pauvre Pierrot» (Pobre Pierrot). Con una duración de apenas 15 minutos, este no era un simple corto, sino el primer Dibujo Animado de la historia. Su creador, Émile Reynaud, un profesor de ciencias y artista de la imagen en movimiento, no solo inventó un género, sino que vivió un destino marcado por la nostalgia y la tragedia, eclipsado por el rápido avance de la tecnología.
Reynaud desarrolló el Teatro Óptico, un complejo sistema de espejos y linternas que le permitió proyectar las imágenes que él mismo había dibujado y pintado en tiras de gelatina. Fue la primera vez que un público pagó para ver figuras que se movían y contaban una historia, con música original. Su invención cambió el arte para siempre, sentando las bases de la animación que hoy conocemos.
La nostalgia por esta época de oro pronto se tornaría amarga. A pocos años de su éxito, la invención del cinematógrafo de los hermanos Lumière ofreció una alternativa más sencilla, rápida y, sobre todo, mucho más barata. La innovación de Reynaud, aunque pionera y técnicamente superior en color, no pudo competir con la practicidad de la película fotográfica. El público, fascinado por la «nueva magia» del cine, abandonó rápidamente el Teatro Óptico.
El final trágico de Reynaud es el doloroso secreto que acompaña al nacimiento del Dibujo Animado. Abatido por el fracaso comercial y la indiferencia, el inventor, que había dedicado su vida a sus «Pantomimas Luminosas», tomó una decisión desgarradora: en 1910, arrojó la mayoría de sus preciosos equipos y tiras de animación (incluyendo Pauvre Pierrot) al río Sena. Un acto de desesperación que incineró gran parte de su legado.
Reynaud murió pobre y olvidado en un hospital en 1918. Solo se salvaron algunas tiras de sus obras, rescatadas de la destrucción, que hoy se conservan como invaluables reliquias de la historia del cine y la animación. Conocer la historia del primer Dibujo Animado no solo es un ejercicio de nostalgia, sino una promesa cumplida para entender que, detrás de la luz y el movimiento, se esconde la triste historia de un genio que fue superado por su propia invención.




