Interna Peronista. La hecatombe electoral del peronismo en la Provincia de Buenos Aires no fue solo un revés numérico; fue la detonación de una crisis política largamente gestada. A horas de conocerse el batacazo que otorgó al oficialismo una victoria impensada en su histórico bastión, el fuego cruzado entre los principales referentes de Fuerza Patria se ha vuelto virulento, confirmando que la interna peronista ha estallado.
El epicentro de la tormenta se ubica en el choque directo entre el gobernador Axel Kicillof y la cúpula de La Cámpora, representada por la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza. Mientras Kicillof ensayó un análisis llamativamente tibio sobre los resultados, el camporismo no tardó en atribuir la debacle a la falta de “territorio” y la desconexión con las bases. Este reproche velado, que apunta directamente a la estrategia provincial, es la señal más clara de la ruptura.
La indignación en las filas peronistas es palpable. No se trata solo de la pérdida de bancas, sino de la humillación simbólica de caer en el conurbano, el motor histórico de sus triunfos. Fuentes cercanas a la Gobernación señalan que Kicillof siente que la estructura partidaria, controlada por sectores ajenos a su gestión, no «puso la nafta» necesaria para la campaña, privilegiando otros intereses. Esto explica por qué el gobernador ha evitado la autocrítica profunda, desviando la mirada hacia la militancia y la dirigencia.
Por su parte, la ofensiva camporista busca reposicionar a la militancia dura como la única garante del «verdadero» proyecto. La frase de Mendoza en redes sociales, citando un viejo mantra quejumbroso, fue interpretada como un dardo directo al corazón de la gestión bonaerense. Esta interna peronista no es solo una disputa de nombres, sino una lucha por la caja y el control de los distritos de cara al 2027.
La consecuencia directa de esta disputa es la parálisis. El peronismo, que debería estar cohesionado para ejercer una oposición efectiva en el nuevo Congreso, se encuentra enfrascado en una pelea autodestructiva. La Libertad Avanza observa desde lejos cómo su triunfo no solo les dio más bancas, sino que pulverizó la capacidad de respuesta de su principal adversario. La gran pregunta ahora no es si la crisis se superará, sino quién quedará en pie para intentar reconstruir los escombros de lo que fue un aparato político imbatible. La base está furiosa; la dirigencia, fragmentada; y la interna peronista recién comienza.




